domingo, 28 de julio de 2013

Militancia literaria. El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, Patricio Pron


Mondadori, 2012

            Desde orígenes distintos –y remotos- me había llegado la trascendencia de Pron como autor, lo que azuzó mi curiosidad literaria. Este título se hallaba entre lo más granado de su obra –junto a ‘El comienzo de la primavera’- y decidí llevármelo.
            Antes de comenzar, es necesaria una confesión. Soy bastante reacio a leer autores argentinos que dirigen su mirada hacia lo acontecido en los años de la última dictadura militar. No por apañar o esbozar una justificación -de ningún modo y bajo ningún aspecto- sobre el accionar de un Estado terrorista que sembró y abonó con horrores nuestra historia como país. Ni hablar. Sino porque habiendo vivido en carne propia los acontecimientos y participado de todo lo que se ha dicho, revelado y escrito posteriormente, sin volverme indolente, creo que saturaron mi capacidad de asombro. Y el que diferentes organizaciones agiten el espectro de los muertos con fines políticos a lo largo de más de treinta años, sin dejar que éstos descansen en paz, me parece que no construye una sociedad basada en la colaboración y la solidaridad; más bien, exacerba las diferencias que debieran dejarse atrás para alcanzar una identidad común. Lo que no significa pérdida de memoria. Tampoco. Dicho esto, se comprenderá mi recelo y desconfianza sobre toda novela que incluya a los ‘desaparecidos’ en su trama.
            Este texto resulta una novela autobiográfica. Pron nos relata la historia de un joven –él mismo-, nacido en 1975, que se ausenta de Argentina entre los años 2000 y 2008, y debe regresar debido a la enfermedad de su padre. Saliendo de un período de excesos y drogas, el protagonista ha perdido en gran medida su memoria. En ese ir y venir de la casa familiar al hospital, encuentra un material que su padre ha compilado acerca de un crimen perpetrado en el pueblo cuya víctima ha sido un hombre de sesenta años, conocido por él. El intento de descubrir el móvil de ese hecho lleva al hijo a asumir por qué ha perdido su memoria.
            Hay diversas formas de encarar su lectura pues incluye una parte del género policial; otra, con el oficio de ‘corrector’ –transcripción de informes periodísticos y policiales, en los que se señala mediante corchetes los errores ortográficos y de sintaxis-. Pero, al decir del autor, escribió esta historia donde,
“…el crimen individual tenía menos importancia que el crimen social, pero éste no podía ser contado mediante los artificios del género policial sino a través de una narrativa que adquiriese la forma de un enorme friso o la apariencia de una historia personal e íntima que evitase la tentación de contarlo todo, una pieza de un puzzle inacabado que obligase al lector a buscar las piezas contiguas y después continuar buscando piezas hasta desentrañar la imagen:…”
            El objeto principal es, entonces, la reconstrucción de la memoria perdida que, a su vez, se propone recuperar el vínculo con aquellos cuyas vidas fueron segadas por el sinsentido y la intolerancia. Hay simetrías y también diferencias entre ambos planos.
            Destaco cómo el autor va desgranando el pasado mientras rearma los hechos del presente, intercalando su historia personal y familiar con la del amigo asesinado y su hermana desaparecida. El final se vuelve emotivo y esperanzador. Con una prosa fluida, Pron nos narra parte de su vida, su visión del pasado y de las luchas que sus padres hubieron de sostener en medio de un entorno de represión y muerte. En este sentido, la novela es un homenaje a toda una generación que quiso cambiar la sociedad tratando de volverla más justa y equitativa. Buen libro.
Marcelo Z

viernes, 19 de julio de 2013

Operación de prensa. El honor perdido de Katharina Blum, Heinrich Böll


Seix Barral, 2007

            Lo vi en una librería y lo hojeé. Llamó mi atención su contenido y decidí llevarlo –siendo importado, el costo era sideral-. En verdad, tenía ‘Retrato de grupo con señora’ del mismo autor esperando hace tiempo, pero me sedujo su brevedad.
            Esta novela, con nivel de ‘panfleto’ –reconocido por el puño del autor inserto en un epílogo escrito diez años después de publicada la obra-, se ocupa de las ‘operaciones de prensa’ destinadas a defenestrar la imagen de un ciudadano sin escatimar epítetos, golpes de efecto ni ardides y subterfugios. De hecho, Böll debe haber sido blanco de alguna de estas maniobras, pues se encarga de documentar muy bien el accionar del periodismo en connivencia con la policía.
            Katharina Blum es una joven de veintisiete años, quien se gana la vida sirviendo en la casa de la pareja Blorna y asiste a un par de ancianos Hiepertz, con lo que ha logrado alcanzar su propia vivienda –que aun debe pagar en cuotas- y un pequeño automóvil que le permite desplazarse. Con una infancia difícil, ha sabido sobrellevar con hidalguía y templanza las adversidades, se ha hecho a sí misma y se ha convertido en una bella mujer proba, atildada y circunspecta, con una única debilidad: el baile. Al ser invitada a una fiesta propiciada por su madrina, conoce a un muchacho con quien baila e invita a terminar la noche en su apartamento.  Lo que Katharina no sabe es que quien la acompaña es un maleante, sospechado de robar una paga, con toda la policía tras él. Cuando asoma la mañana, le allanan el hogar sin encontrar al fugitivo. Esto le acarrea una detención por complicidad, interrogatorios varios y otras tantas investigaciones.
            Pero lo importante es lo que la prensa escribe acerca de estos hechos. A través de una pluma ágil, ‘El Periódico’ tergiversa, distorsiona y miente descaradamente acerca de Blum, lesionando su reputación, develando su triste historia al gran público y poniendo de manifiesto todo el poder que el periodismo sensacionalista posee a la hora de ensalzar o denigrar a cualquier persona, con tal de obtener un rédito en los números de ejemplares vendidos. Lo que nunca sospechará el autor de tales artículos es que la damnificada está dispuesta a hacerse justicia.
            Ambientada en la Alemania de 1974, en medio de la semana de carnaval, cuando está de moda disfrazarse de jeque o beduina –en clara alusión al aumento del precio del petróleo árabe- el libro está escrito como una crónica de los sucesos, donde un narrador neutral nos hace saber los pormenores de la trama y su desenlace. Al decir de Böll en el citado epílogo, no persigue otra cosa que desnudar la impunidad con que la prensa se maneja a la hora de volver un infierno la vida de cualquiera que la provea de un material afín que garantice el incremento de sus ganancias.
            En momentos en que el gobierno nacional de este país entabla una cruzada contra la prensa local –así como también lo ha efectuado el chavismo en Venezuela-, el panfleto resulta más que oportuno para asumir una mirada independiente entre los poderes en pugna. Buen libro.
Marcelo Z

sábado, 13 de julio de 2013

Peligrosa curiosidad. A cada cual, lo suyo, Leonardo Sciascia


Tusquets, 2009

            Me debía algún policial contemporáneo, aunque no sea muy partidario del género. Es que durante dos años de mi juventud agoté los más de 80 –sí, ochenta- títulos que Agatha Christie escribió y creo que ello me saturó. Consultando la Red, leí que Sciascia era un fiel representante y me decidí por él. Cuando vi el banner que acompaña su portada, donde Camilleri respalda el trabajo de su compatriota, no dudé en elegir éste.
            Ambientada en un pueblo siciliano a mediados de los ’50, un farmacéutico recibe un anónimo en el cual se le anuncia que morirá, lo que realmente les ocurre junto con su amigo médico al salir de caza el primer día del levantamiento de la veda. El cotilleo de la población indica que el hecho se ha debido a ciertos amores del occiso con una jovenzuela. Pero para Laurana, un tímido e introvertido profesor de casi cuarenta años, soltero, el doble asesinato reviste mayor complejidad. Sin intención de suplir a la policía local, mas con la curiosidad que despierta el caso, Laurana comienza a hacer sus propias averiguaciones sin reparar en que cada paso que lo acerca a la verdad, también lo conduce hacia el peligro.
            Completan el elenco una viuda muy bella y sensual, una madre anciana perspicaz, un diputado altivo y un manojo de personajes que dan vida a la sociedad local, en la que se mueve y discurre su personaje principal.
            Con escasez de elementos y recursos literarios, y usando un estilo fluido y muy fácil de leer, Sciascia nos introduce en un relato conciso y breve en el que la trama principal y su protagonista permiten acceder entre líneas no sólo a la vida en un poblado sino, particularmente, a una mirada ácida acerca de la política, la religión y la justicia italianas, donde se entremezclan fascistas, comunistas y católicos. De hecho, destina un capítulo completo a un debate suscitado entre ex – jueces, religiosos y partidarios políticos, en el que los diálogos denotan una visión socarrona y descreída del autor sobre las clases eclesiástica y dirigente.
            Liviano, dinámico y aun escaso de páginas, se disfruta mucho más que los gruesos volúmenes de Mankell, otro escritor del policial negro. Es un libro entretenido; para no dejar pasar.

Marcelo Z

domingo, 7 de julio de 2013

Un alegato contra la explotación. Los vagabundos de la cosecha, John Steinbeck


Libros del Asteroide, 2007

           Nada había leído de Steinbeck hasta el presente; ni siquiera su famosa novela ‘Las uvas de la ira’, que hasta John Ford la ha llevado a la pantalla en 1940. Me pareció oportuno empezar por este libro, el cual reúne una serie de siete artículos que el autor publicó en 1936 en el periódico The San Francisco News, y que dieron origen a lo que sería aquella.
            El breve libro repasa la vida de los granjeros del Medio Oeste norteamericano quienes, a principios de la década del ’30, debieron abandonar sus tierras debido a la extensa sequía que convirtió sus terrenos otrora fértiles en áridos depósitos de polvo; de allí la denominación acuñada para definirlos: hombres del Dust Bowl. Estos granjeros que solían cultivar sus propias tierras fueron forzados a malvender sus pertenencias y, en condiciones de escasez, arribar al estado de California en busca de trabajo para sobrevivir. Muy pocos de ellos lo han logrado sin altísimos costos, como la pérdida de la dignidad, el hambre, la muerte de sus hijos, la falta de salud y de atención médica, etc.
            El autor se detiene en las dificultades que les acarrea la emigración. El inmigrante es muy mal visto por el habitante local –que los cree fuente de enfermedad y de incrementos de gastos estatales-; además, sólo quienes son residentes pueden tener acceso a créditos, beneficios sociales y educación. Ellos no saben a quienes acudir en busca de ayuda. De esta manera, el emigrante se convierte en un paria al que ni siquiera auxilia el gobierno estatal, enfocado más en custodiarlo y expulsarlo que en integrarlo a la comunidad.
            Particularmente crudo resulta el análisis de los niveles de degradación que van sufriendo estas familias desde su llegada, con descripciones que no por reales son menos severas y crueles. El libro incluye una galería de fotos tomadas por Dorothea Lange que reafirman con elocuencia visual las líneas que se acompañan.
            Finalmente, Steinbeck no solo expone los descarnados hechos a que son sometidos los trabajadores estacionales sino que asume su defensa, proponiendo una serie de medidas que tiendan a incorporar al ‘emigrante’ en la sociedad local, a mantener su dignidad de ser humano con el derecho a una vivienda digna, una educación para sus hijos, la indispensable higiene contra las enfermedades evitables y, por qué no, a la propiedad de la tierra cuando esto fuera posible. Por otra parte, si los fondos destinados a la seguridad y el armamento –que son utilizados en acciones de matonismo- fueran puestos al servicio de la comunidad temporal, seguramente habría muchos menos hechos delictivos. Rotundo y dinámico, el texto se transforma en un documento histórico de denuncia social.
            Salvando las distancias, por momentos me recordó al estudio realizado por Juan Bialet Massé en nuestro país, en 1904, que fuera publicado bajo el título ‘Informe sobre el estado de la clase obrera’, en el que se ponían de manifiesto cada una de las maniobras y atropellos de los que eran pasibles los trabajadores ‘golondrina’ en los yerbatales, ingenios, quebrachales y tabacales del norte de nuestro país al comenzar el siglo XX. Éste trabajo también resulta una denuncia contra los abusos y la esclavización de los mismos a manos de las empresas que los contrataron.

Marcelo Z

martes, 2 de julio de 2013

Fábulas. El país de los ciegos y otros relatos, H. G. Wells


El Aleph, 2005

             Célebre por otros títulos, como ‘La Guerra de los mundos’ y ‘La máquina del tiempo’, las ficciones de H. G. Wells destacan por su proverbial imaginación y coherencia narrativa en el terreno de la ciencia – ficción. Menos conocida es –al menos, para quien escribe- su presencia en el género del relato. Esto fue lo que llamó mi atención a la hora de hacerme de este ejemplar.
            El libro, cuya traducción está a cargo nada menos que de Javier Cercas, con una extensión que no alcanza la centena de páginas, incluye tres relatos. En el primero, ‘La puerta en el muro’, aborda el diálogo de un par de compañeros de escuela y amigos que, ya adultos, se reencuentran y uno de ellos cuenta al otro la aparición fantástica de una puerta en medio de un muro a una temprana edad, la cual al ser atravesada guardaba un entorno edénico, en total contraste con su cotidiana vida infantil. La misma fantasía se ha presentado repetidamente a lo largo de su vida pero, en estas ocasiones, hubo decidido eludir la tentación de traspasarla, debido a priorizar otros proyectos: forjar un futuro, tomar responsabilidades, etc. Ahora, añora su aparición, estando dispuesto a repetir la prístina experiencia. Lo que deviene de esta espera ansiosa, remata el cuento.
            En el segundo, que le da origen al título del libro, se narra la historia de un avezado guía escalador de los Andes ecuatoriales, oriundo de Bogotá, quien en una expedición sufre un accidente, yendo a dar con su humanidad a las cercanías de un valle, rodeado exclusivamente por montañas y muros de piedra, en el que se encuentra una comunidad humana que presenta una particularidad: desde hace decenas de generaciones, han nacido ciegos, con lo que han perdido la noción de lo que significa ‘ver’. Basado en el aforismo ‘En el país de los ciegos, el tuerto es rey’, el andinista supone poder convertirse en una suerte de monarca merced a la gracia de su vista. Pero… ¿es necesaria la vista en una sociedad que carece de ella?, ¿o más bien es un defecto que impide la integración?
            Por último, en ‘Historia del difunto señor Elveshan’, se narra un singular intercambio de identidades entre un joven ambicioso e ingenuo y un viejo decrépito con renombre y fortuna. ¿Es posible transmutar el cuerpo sin la personalidad? ¿Existe droga alguna que permita renovar nuestras identidades? ¿Cuánto estamos dispuestos a entregar por la promesa de un futuro sin sobresaltos? Estos son algunos tópicos que el relato se encarga de transmitir.
            Narrados en estilo coloquial, los cuentos resultan fluidos y dinámicos. El primero tiene aspecto de reelaboración de la fábula de Alicia atravesando el espejo y, fundamentalmente, una similitud con el cuento ‘El colombre’, de Dino Buzzati –que sugiero consultar-. El segundo plantea hasta qué punto puede cambiarse la forma de encarar la vida cuando no se perciben los beneficios que tales cambios pueden aparejar. El último, me hizo recordar en parte a esa excelente obra de Kafka, ‘La metamorfosis’, con algo de ‘El extraño caso del señor Valdemar’, de Edgar A. Poe, donde todo parece ser algo y resulta otra cosa. Quizás un lugar por dónde empezar en el universo de Wells.
Marcelo Z