Sexto Piso, 2014
Lo
había apuntado de la blogosfera hace algún tiempo. Cuando transitaba por la
última Feria del Libro local, el pasado mes de abril, incursioné en el stand de
una importante distribuidora que representaba a ciertas casas editoriales
extranjeras, y en medio de los anaqueles lo hallé, sin dudar en llevarlo. No
había leído nada de Magris hasta este preciso momento. La brevedad del ejemplar
ameritaba hacer la experiencia.
El libro contiene cuatro relatos de
distinta extensión, en el que destaca el que le da origen al título, ocupando
casi la mitad de las ochenta páginas. En él, el narrador es un asistente del
Conde, un personaje cuya tarea es rescatar cadáveres desde el fondo o a flote
de un río, o de su desembocadura en el mar, y entregarlo a sus familiares, por
lo que obtiene fama y reconocimiento. Pero no escapa a su observación el
marcado contraste entre la respetuosa devoción por la muerte que demuestra su
jefe y la fiera misoginia que esgrime con los vivos.
En ‘La Portería’, un hombre ya
entrado en años, otrora dueño de una importante empresa, decide hacerse cargo
clandestinamente de ese oficio –sin necesitarlo económicamente ni dar parte a
su familia- como medio de escapar a la inacción impuesta a los que se acogen al
beneficio de la jubilación.
En ‘Las voces’, participamos de la
obsesión de un hombre que sólo intenta relacionarse con mujeres a través de las
voces que ellas dejan en el contestador telefónico, deduciendo la personalidad
de cada una de ellas por su cadencia y entonación.
Finalmente, en ‘Haber sido’ el
protagonista, al ejercer la oratoria para despedir los restos de un amigo, exhibe
los beneficios de ya no ser, es decir, de no tener que estar obligado a repetir
lo que se ha hecho durante años. Así, el ser humano se libera de quedar
encasillado y puede destinar su tiempo a disfrutarlo de otra manera.
Si la vida sólo transcurre para
ganarse el sustento, ¿adónde ha ido la verdadera vida?; ¿por qué estamos obligados
a volvernos pasivos cuando abandonamos la vida laboral?; ¿se puede establecer
un modelo de persona a partir de los puntos de inflexión de una voz que
responde automáticamente en una máquina?; ¿somos presos de nuestra propia
actividad y el reconocimiento social que ésta nos deparó a lo largo de los
años? Estas son algunas de las cuestiones que Magris, con una prosa proverbial,
diáfana y amena, desgrana a lo largo de las páginas.
Esta lectura, exigua en volumen mas
no en profundidad, ha sido todo un descubrimiento tanto del autor como de sus temas. Con construcciones muy bien formuladas y personajes magistralmente
delineados, Magris llama a la reflexión acerca de cómo vivimos nuestras vidas;
si somos capaces de protagonizarla o solo nos convertimos en meros
espectadores; si fluimos con la existencia o podemos imprimirle un giro, un
soplo de rebeldía. Un libro auspicioso, apropiado para iniciarse en su obra.
Mi conocimiento de Claudio Magris, eso sí, muy superficial, se lo debo a mi etapa de estudiante en la Universidad Complutense de Madrid, recuerdo que tenía una asignatura llamada “redacción de textos literarios y periodísticos” ( no estoy seguro si se llamaba exactamente así). El caso es que nuestro profesor, admirador de Magris, nos puso más de un texto suyo para comentarlos y trabajar sobre ellos. Incluso nos recomendó algún título que otro, aunque ya no los recuerdo… lo cierto es que no leí nada de él, más allá de algunos artículos y fragmentos en la facultad.
ResponderEliminarCreo que tengo una deuda que saldar con Claudio Magris. Tu reseña ha sido providencial, y tal y como lo has contado me has terminado de convencer, Marcelo. Te agradezco que me refresques la memoria. Cuídate amigo.
No pintaba ser un gran sábado antes de leerte, Paco, pero debo reconocer que con tus líneas me has cambiado el humor. Me alegra -humildemente- convertirme en el vehículo de una anécdota que dispara la lectura de Magris.
EliminarYo no le conocía; no tenía nada de él en mi biblioteca y el haberlo apuntado permitió que lo descubriera. Creo que vale la pena leerlo.
Y si te encuentras con tu viejo profesor, dile que tienes un amigo que reconoce su esfuerzo.
Un gran abrazo para ti.
No he leído nada de Magris, tengo pendiente El Danubio que empecé a leer en mal momento y tuve que dejarlo a las pocas páginas, pero con la intención de retomarlo. Este puede ser un buen momento.
ResponderEliminarMe parecen muy interesantes tus notas sobre estos relatos, pero antes tengo que leer la obra que tengo.
Abrazos grandes!!
Pdt: acabo de volver de viaje y he conocido a una pareja de argentinos (ella se llama Marcela, jejeje) que estaban de ruta de sus dos meses por Europa... jubilados con 53 o 54 años!!!!
Aprovecha, U-to, en hacer experiencia de Magris con lo que ya tienes.
EliminarTe imaginaba de viaje, pues éste es el período de vuestras vacaciones. Me extraña lo que comentas de la pareja de jubilados tan jóvenes. Aquí sólo las fuerzas de seguridad se pueden retirar antes de los 50 años. Los docentes, en algunas jurisdicciones, lo hacen a los 50 las mujeres y a los 55 los varones, pero con más de 25 años de aportes. Felices de ellos!
Un beso grande!
Has acertado eran de las fuerzas de seguridad de prisiones!!
EliminarUy que generosos con los docentes, aquí nada de nada hasta los 60 independientemente de los años trabajados. Y a los 60 cuando has trabajado 30 si no recuerdo mal.
Ja, ja! Supuse que así sería. Por aquí también es parecido. Las mujeres docentes se retiran a los 57 y los varones a los 60. Es un régimen especial. El resto, 60 de edad para mujeres y 65 para varones.
EliminarHabrá que esperar para poder encontrarnos, Luna!
Un beso.
Marcelo:
ResponderEliminartengo un libro de Magris en casa esperando ser leído, y uno de su esposa (que me han recomendado mucho). Espero leerlos antes de la FIL de este año, que si no, ya dije que no compraré ni un libro en ella.
Un beso,
Ale.
Bueno, tampoco se debe ser tan terco, Ale. Quizás haya algo en la FIL que te convenza. Yo nunca dejo de llevarme algo; debe ser parte del ritual, Como que si no llevo algo, no fui.
EliminarAprovecha lo que tengas a mano y has experiencia; seguro que no tiene desperdicio, ni él ni su esposa.
Un beso!