sábado, 28 de noviembre de 2015

Paseos en torno a la cicatriz. El día de todas las almas, Cees Nooteboom


Debolsillo, 2008

           “Lo que en cualquier otro lugar era un sistema bipartidista, aquí era una lucha con veneno, mentiras, perjurios, difamaciones, escándalos. Los periódicos se tenían cogidos del cuello los unos a los otros, los jueces eran parte, el dinero fluía por cloacas subterráneas…”

            Éste fue el párrafo que había hallado en un pasatiempo literario de una revista local que despertó mi curiosidad e incitó mi búsqueda. Sin tener mayor idea del contenido, supuse que podría tratarse de una descripción bastante fidedigna de lo vivido en este país en algún momento y por eso no dudé en llevarlo apenas logré dar con él. No hablaba de Argentina sino de España, pero la escena bien podía adaptarse a otras realidades latinoamericanas.

            Arthur Daane es un camarógrafo neerlandés que ha perdido a su mujer y a su hijo en un trágico accidente. Ha alcanzado logros y reconocimientos por su actividad y tiene en mente rodar una película de la que solo posee fragmentos dispersos. Deambula por las calles de Berlín en invierno a fines de los ’90, cámara en mano, en busca de más imágenes y escenas, hasta que conoce a Elik, una compatriota, por la que siente inmediata atracción. En su periplo de bares y reuniones lo acompañan un artista plástico, un intelectual y una científica –hermana gemela de la esposa del intelectual-, además de su amiga Erna, quien sólo se comunica en off a través de los recuerdos que el propio Daane guarda de ella.

            Es la historia de un amor sui generis entre un hombre solo y una mujer con un pasado misterioso, quien intenta rescatar del olvido a una reina española medieval para su tesis de doctorado. Pero esa historia es más bien el vehículo, la excusa, para dar rienda a devaneos metafísicos, apreciaciones estéticas y literarias y ponderaciones gastronómicas de punzante mirada centroeuropea, en medio de los cambios que ha dejado la caída del Muro, esa cicatriz imperecedera que su protagonista recorre a diario. La trama lo conduce a España, en momentos de un brote de violencia –la ETA ha cobrado víctimas-, afectándolo a él mismo en un intento de robo.

            Con un estilo coloquial, el texto contiene una crítica no muy velada a la mercantilización estadounidense, que tiende a la uniformidad sin matices. Por otra parte, para enlazar un capítulo a otro, Nooteboom ha dispuesto una suerte de coro de voces impersonales, a modo de tragedia griega, que invoca la vanidad de nuestros hechos humanos y sienta las bases para una reflexión introspectiva. Un libro que oscila entre la novela y el ensayo y brinda una visión distinta de ese crisol de lenguas llamado Europa.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Versión Original 8. El núcleo del disturbio, Samanta Schweblin


Destino, 2002

            Esta reseña apareció ya hace muchos años; corría el mes de junio de 2010. Sin embargo, dado la enorme presencia que ha tenido la obra de Schweblin en las lenguas latinoamericanas a partir de entonces, me decidí a publicar mi humilde parecer, después de haber leído su -mi- ópera prima.


             Llegué tarde al encuentro con este libro de relatos. Indagué en mi interior para tratar de explicarme por qué esta clase de escritos no me terminan de convencer. No encontré una respuesta óptima, sólo la más superficial y evidente: detesto a la gente “que me viene con cuentos”.

            Cuando agarré este libro de “Chuebly” (perdón, Samanta, pero es así) para leerlo, lo elegí por la sugestiva foto de la tapa, a más de reunir bajo un único título una docena de ficciones donde el denominador común es aquello que se nos vuelve incomprensible, dentro de un entorno cotidiano y familiar.

            Entiendo que el gran mérito de la obra no se encuentra en la elucubración de mundos de fantasía sino, por lo contrario, en la facilidad con que lo irreal se puede incorporar a la vida de todos los días, a veces sin preguntárnoslo y, en su mayoría, intentando alcanzar una explicación lógica de la que se carece. Pero, ¿puede todo explicarse lógicamente?

           Que un tren no pare en una estación es algo común; pero que no pare nunca –con el impedimento consiguiente de que nadie pueda descender o subirse a él-, parece descabellado. Que una persona vista de pijama es habitual; pero que aparezca –y desaparezca- en los lugares más inverosímiles, como sometido a los caprichos de un supuesto agujero negro, es propio de una mente febril. Si a esto le sumamos que toda mujer que es abandonada por su pareja, lo hace siempre en la misma estación de servicio -rodeada de otras tan poco afortunadas- o que un marido acarrea a su esposa asesinada por él mismo dentro de una valija, la que se convierte en apreciada obra de arte -por citar otros relatos que componen el volumen-, es fácil ver el hilo conductor de las narraciones: todo lo normal deja de serlo a partir de un hecho inesperado, pero no sobrenatural. Algo que no debiera ocurrir, pero ocurre. Y a partir de allí se desarrollan personajes y situaciones que buscan afanosamente encontrar una salida, una solución a este imposible, a este laberinto que propone la autora en cada cuento.

            Mas no sólo la historia narrada orilla lo excepcional, sino que también se acompaña de un lenguaje simple y directo, neutro, sin sensiblerías ni golpes de efecto. El uso conciso y adecuado de las palabras le aporta contundencia y fuerza narrativa a cada relato. “Chuebly” demuestra que con una dosis importante de ingenio y un buen acopio de metáforas, expresiones idiomáticas y giros lingüísticos una ficción bien contada no requiere muchas páginas para lograr su objetivo.

          Me pareció que este resumen era lo que este lector empedernido podía allegarte de distinto de lo que podrías encontrar en la Red si buscás, donde abunda info acerca de los cuentos y/o posibles análisis interpretativos. 

           El futuro literario de la autora resulta más que promisorio, si tenemos en cuenta que este libro fue publicado en el 2002, cuando Samanta contaba sólo con 24 años de edad, lo que empuja mi entusiasmo por conseguir su segundo libro de relatos. Y espero que también el tuyo.
            

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Método Champenoise. Invisible, Paul Auster


Anagrama, 2009

           Había leído mi primer Auster en el verano de 2011, cuando comenzaba una relación de pareja, por sugerencia suya. Luego me señaló otros títulos, y me abastecí de unos cuantos en ese febrero, incluido éste. Pero mi esencia de lector nómade me impide abordar otras obras del mismo autor consecutivamente, en aras de mantener un cierto grado de equilibrio –y de cordura-; por ello la distancia indispensable entre dos de ellas resulta casi una declaración de principios.

            Estamos en el Nueva York de 1967. Adam Walker es un joven y atractivo poeta que sólo cuenta con veinte años. En medio de una fiesta conoce a Rudolf Born, un profesor francés de ciencia política quince años mayor, quien al poco le propone hacerse cargo de una revista literaria que tiene en mente publicar con ciertos fondos heredados. Walker acepta la propuesta más debido a la seducción que sobre él ejerce Margot, la acompañante de Born, que por convicción. Pero un hecho delictivo que los tiene como víctimas generará una gran culpa en Walker, que arrastrará por años.

            El libro se divide en cuatro partes. La primera relata los hechos citados. De la segunda, se encarga James Freeman, un escritor otrora compañero de Walker, quien recibe por correo unos escritos sobre esa historia, cuando el protagonista agoniza. Es 2007, han pasado casi cuarenta años sin noticias uno del otro y Freeman asiste a un relato en el que se narra la relación incestuosa –con pelos y señales- entre Adam y su hermana Gwyn en el verano de 1967.

            Luego, en la tercera, Freeman al visitar a su amigo descubre que éste ha muerto días antes, no sin legarle el último capítulo de su escrito, en el que Walker se traslada a París para proseguir estudios de lengua francesa; vuelve a frecuentar a Margot y se topa con Born, quien lo presenta a Hélène y Cécile, novia e hija de ésta, respectivamente. La venganza que pergeña Walker se descubre y éste debe volver a Nueva York. Finalmente, Freeman se encuentra con Cécile en el presente, quien concluye la historia.

            La novela toma ribetes de thriller y suspense a medida que transcurren sus páginas. Born resulta todo lo misterioso y elusivo que se necesita para ello. Él es el invisible protagonista de toda la obra.

          Destaco dos cosas importantes: la primera es el cambio de narrador sin pérdida de coherencia narrativa. Comienza Walker en primera persona; continúa Freeman con el escrito de Walker en segunda persona; pasa a Walker en tercera persona y finaliza con la narración en un diario personal. Con esto, Auster hace gala de una serie de recursos estilísticos que bien pueden servir de modelo para quien desea dedicarse a escribir. La segunda es el manejo de la verdad y la mentira en toda la ficción, de manera que la línea que las separa se va volviendo difusa. ¿Es verdad todo lo que nos cuenta Walker?, ¿qué peligros entrañan Born y Margot?

            Sin embargo, adolece de falta de credibilidad en algunas escenas y si bien el erotismo se hace presente en la descripción de la relación sexual entre hermanos –que Gwyn va a negar una vez consultada-, resulta poco convincente que, si algo de la historia se resuelve, esto tenga lugar en una isla del Caribe muchos años después, entre Born y Cécile, la hija que no fue.

         Por lo demás, una narración sólida, fluida, rítmica, bien llevada. En cada cambio de segmento se esconde un giro inesperado que conduce a otro enfoque y profundiza la trama. Es esa escalada en espiral la que me hizo asociar tales giros al método Champenoise de elaboración de champaña, en el que se debe girar e inclinar la botella un poco todos los días para ir arrastrando las borras hacia el cuello y que éstas puedan salir expulsadas en un paso posterior. Un libro entretenido y llevadero.   

viernes, 13 de noviembre de 2015

Naturaleza venial. Malos sentimientos, Inés Fernández Moreno


Alfaguara, 2015

            Le guardo a la autora un cariño especial, pues llevo asociado el título de uno de sus libros a un episodio de índole personal ocurrido simultáneamente a la aparición de aquél. Para mejor, en 2014 le fue otorgado el premio Sor Juana Inés de la Cruz por otra de sus obras. No podía menos que asistir a la entrevista que sostuviera en una librería céntrica de Buenos Aires, con motivo del lanzamiento de éste, su nuevo libro, y aprovechar la ocasión para saludarla.

            El presente es un libro constituido por once relatos de distinta extensión, unido a tres fábulas que ofician de coda del volumen. La obsesión por recuperar la Mackintosh que fue robada; los remordimientos que afloran en dos amigas que hace treinta años que no se ven; el quedarse con el dinero de otra persona con la excusa de que no le interesa o importa; la envidia suscitada por un tapado de origen extranjero; la decisión de abortar o no un embarazo no buscado mientras se derrumba un gimnasio vecino; la venganza de una mujer despechada al enterarse de la muerte del hombre que otra le quitó; el pase de facturas de un matrimonio en el que ella es la dueña de casi todo, son algunos de los rencores, vilezas y mezquindades que aparecen salpicando las historias que, aún cotidianas, manifiestan sus protagonistas.

            Con buena dosis de frescura y gran poder de observación, Fernández Moreno hace gala de un fino humor no exento de ironía a la hora de exponer estos sentimientos bajos que, como bien señala su autora,

‘son pegajosos, no se desprenden fácilmente de las grietas donde anidan, se quedan agarrados como garrapatas chupando su herida en forma incesante e insaciable.’

            De estilo coloquial y fluido,  el libro se lee rápidamente. Con personajes bien delineados, insertos en medio de escenas diarias –un viaje en tren, una vieja casona, una llamada por teléfono-, Fernández Moreno nos enfrenta con nuestros compañeros inseparables; ésos que se intercalan en comentarios, charlas de amigos, con el sólo fin de aflojar tensiones internas generadas en otras tantas instancias anteriores. Un libro que da buena cuenta de nuestra naturaleza venial.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Botín de guerra. Como si yo no estuviera, Slavenka Drakulic


Anagrama, 2001

         Lo adquirí sabiendo su contenido. Esperaba alguna cuota de aliento en medio de una realidad desoladora y vergonzante; no pude encontrarla. No soy mujer; no puedo saber cómo siente una mujer, pero puedo empatizar con ella en determinadas circunstancias. No reniego de ser varón, pero siento que a veces hay actitudes masculinas que nos denigran como género.

          Drakulic va a narrar en tercera persona lo que ocurre con S., una maestra de veintinueve años, que es detenida y conducida a un campo de concentración serbio por el solo hecho de ser bosnia, es decir, musulmana. No importa que su madre haya sido serbia también; la orden es para todo perdedor –léase, invadido por el poder militar serbio-. Estamos en 1992 y se desintegra la antigua Yugoslavia del mariscal Tito. S. es una más entre un centenar de mujeres bosnias que deberán adaptarse a las nuevas condiciones de vida. Asistir a las enfermas, ayudar en los partos y tratar de volverse invisible a la mirada de las tropas serbias.

         Pero no lo logra. Una vez identificada, es llevada por un militar para ser violada sistemáticamente por un grupo de soldados. Después de ser golpeada y desfigurada, se la recoge en el ‘cuarto de mujeres’, un recinto destinado a la satisfacción de necesidades sexuales de los machos invasores, que algunas noches se hacen presentes y escogen a sus víctimas, sin posibilidad de rechazo ni escape.

            El libro intenta abordar la realidad de esas mujeres –para lo cual la autora tuvo que mantener cientos de entrevistas con las damnificadas- a merced del capricho del ejército de ocupación, muchas de ellas –como la protagonista- con un hijo en sus vientres producto de semejante atropello. Sin otra seña particular más que ser un botín de guerra.

           La realidad de un campo de concentración, donde cada cual debe pelear por su supervivencia sin importar qué le ocurre al otro; las mezquindades y los egoísmos propios, que suelen aflorar en tales circunstancias; el debate moral de aquellas que son violadas –que, en compensación, mantienen mejores condiciones de vida y de alimentación de las que no lo son-; el qué hacer con el bebé una vez éste haga aparición en este mundo, son parte de las reflexiones a los que Drakulic somete al lector, explicando los pormenores de las situaciones sin posibilitar respuestas fáciles.

             Fluido, el libro se lee bien, aunque no sin amargura. ¿Debemos tolerar que un niño nacido de nuestras entrañas, sin quererlo, sobreviva?, ¿no sería mejor acabar con él apenas respirase? ¿Cuál es la postura de la sociedad al respecto? ¿Qué ocurre con todos aquellos que supieron conocernos en tiempos anteriores y ahora nos asumen sin hogar, sin patria, sin nada y con un hijo no deseado? Estos son algunos cuestionamientos que Drakulic nos hace llegar a través de una sólida narración, directa y cruda.

martes, 3 de noviembre de 2015

Decálogo del lector. Como una novela, Daniel Pennac


Grupo Editorial Norma, 2011

          La había apuntado hacía tiempo, porque trataba del amor por la lectura y los libros. Creo que fue Esther quien, con su sucinta compilación, me decidió a buscarlo.

           Cuando era pequeño, mis padres no solían contarme cuentos por las noches; más bien mi madre me sugería hacer la tarea escolar y me tomaba la lección del día siguiente. Creo haber contado con algo más de ocho años, cuando me compraron mi primer libro. Era La vuelta al mundo en ochenta días, de Jules Verne, en una edición cartoné, y todas las mañanas durante el desayuno debía contarles mi progreso. De esa manera se cercioraban no sólo que leyera, sino que lo hiciera comprensivamente y fuera capaz de exponer con coherencia lo leído.

            Resulta llamativo, dice Pennac, cómo un niño ávido de lectura, que hasta puede repetir de memoria los párrafos sobresalientes de su cuento nocturno, se vuelve impermeable a los libros en su etapa adolescente. En medio de las razones se encuentran la renuncia parental de narrar al iniciarse la etapa escolar –dejando que la escuela se encargue de ello y así ahorrarse un tiempo para disposición personal-; el castigo que supone obligarlo a leer en su cuarto, cuando se le restringe el acceso a la TV; los programas escolares que incorporan lecturas obligatorias casi siempre voluminosas –a veces poco apropiadas- y la falta de llegada de los docentes, quienes no fomentan la lectura adecuadamente, mucho menos con aquellos que resultan remisos o reactivos a tal actividad.

              Pennac dedica gran parte de su material a indicarnos cursos de acción que permitan hacer más cercana la literatura a los jóvenes, sin apabullarlos ni invadirlos. Sobre todo, rescata la idea de leerles en voz alta –con la entonación que corresponde- para despertar en ellos el germen de la lectura.

            Un libro muy bien escrito, por un autor que intenta devolver los libros a quienes deben ser sus usuales destinatarios, los lectores. En tanto existan estos últimos, el amor por la lectura y los libros no decaerá. Fluido, ameno y coloquial, no sólo encontramos preguntas sino también respuestas de qué hacer para despertar la vocación lectora de nuestros jóvenes.