RBA, 1994
Era
parte de una colección de cien títulos aparecida semanalmente en 1994 que
repasaba la narrativa contemporánea, junto a otra de igual extensión que cubría
obras que habían sido llevadas a la pantalla grande. Ambas series se
presentaban en cartoné por un precio casi irrisorio, por lo que no dudé en
hacerme de ellas a lo largo de dos años, aún a sabiendas de que corrían el
riesgo de convertirse más en un elemento decorativo dentro de una biblioteca ya
atestada que en una propuesta tentadora de lectura. Leí muy pocos de los libros
incluidos, y éste en particular, por sugerencia de blogueros compinches.
Estamos a principios de la contienda
civil que bañó de sangre a España. Es la historia de Matia y Borja, dos primos
que pasan sus días en una isla, donde vive su abuela materna quien los tiene a
su cuidado. Matia, de doce años, es algo menor que Borja; su madre ha muerto
cuatro años atrás y su padre ha desaparecido –supuestamente, ha ido a pelear en
el bando republicano-. La madre de Borja acompaña el cuadro de situación,
esperando el regreso de su marido, un coronel del franquismo.
Toda la novela intercala las
ensoñaciones, juegos y aventuras de un puñado de púberes locales –también
divididos en bandos- con la otra realidad, que se atisba por detrás. El
maltrato dispensado a aquellos que se identifican con la República por parte de
una sociedad conservadora que aún desea ostentar los beneficios que otorga la
propiedad; el desprecio por la comunidad judía, enfrentada a una mayoría
católica práctica y ultramontana; las rencillas de familia cuyo origen han sido
desavenencias debido a la falta de decoro y puridad, todo se mezcla junto a las
chiquilladas propias de un grupo de amigos que se encuentran pasando de la vida
infantil a la adultez.
En este sentido, es una novela de
iniciación, aunque muy salpicada por los fenómenos cruentos que están
conmoviendo los cimientos de la sociedad española. Si bien todo se lleva a cabo
en un entorno aislado, alejado del frente de lucha, los niños no están ajenos a
los comentarios y a las acciones locales acometidas en pseudo actos de justicia
–que no lo son; sólo revanchismo y maldad-. Por otro lado, la obra destila una
tristeza proverbial pues al mundo de la fantasía infantil le sigue el
descubrimiento de la hipocresía, el disfraz, la mentira que cada adulto ejerce
para sobrevivir en medio de la guerra, o bien para resguardar sus posesiones y
mantener el statu quo.
En estilo ameno y coloquial, Matute
compone un relato cargado de emoción y lirismo. Es que esos chicos que juegan con sus propias
reglas y que esperan el regreso a la vida escolar que ha sido abandonada al
iniciarse los enfrentamientos, desnudan la realidad de dos visiones diferentes
en la que se halla dividida la misma sociedad. En ese aspecto, la protagonista
y narradora, con su mirada retrospectiva de adulta, nos participa de ese
desencanto que implica abandonar los sueños juveniles para incorporarse a una
vida adulta que se ve plagada de miseria y desazón. Un excelente libro que
combina alegres recuerdos, algo de nostalgia y plena desilusión.