Acantilado, 2016
I.
‘[…] Me había dicho que
preparara el termo para el viaje así que fui a la cocina, preparé el té, le
puse leche y azúcar y lo eché en el termo. Metí también el vasito y luego regresé
al estudio. Fue entonces cuando me enseñó el dibujo y yo cogí el revólver que
estaba en el cajón de su escritorio y le disparé. Le pegué un tiro entre los
ojos.’
Así de simple y eficaz es el inicio
de esta historia de (des)amor. La narradora va relatando en primera persona
cómo conoció a Alberto, un hombre quince años mayor que solía cortejarla cuando
ella contaba con veintiséis años; qué fue lo que la enamoró –si es que estuvo
enamorada- y cómo se desarrollaron los hechos que condujeron a ese disparo, en
una suerte de regreso al origen.
II.
Lo que desgrana este texto de
Ginzburg es la pasividad del personaje femenino: una joven de provincias que
debe establecerse en una ciudad para capacitarse; se pone de novia –aunque poco
convencida- con ese hombre que guarda un amor imposible con Giovanna, una mujer
casada a la que suele frecuentar cada tanto. Aún a sabiendas de ello, se casa
con él y tienen una hija. Pero los viajes de Alberto -supuestamente por razones
de trabajo- no ocultan la infidelidad.
III.
Ambientada en la Italia de mediados de los
años ’40 del siglo pasado, Ginzburg teje un retrato del rol femenino de
entonces: la mujer esperaba que alguien las amara, se casara con ella, la
convirtiera en madre y luego la abandonara. Lo destacable de este relato largo
es que su protagonista lo pierde todo: hija, amiga, marido, esperanzas, sueños…
excepto la lucidez. El lector es testigo así de la decepción y el hastío que
provoca el dolor continuo de saberse no querido.
IV.
Con una protagonista sumisa y pasiva,
un marido casi ausente y un puñado de personajes secundarios que consolidan la
historia, Ginzburg nos introduce en el mundo de una mujer pequeñoburguesa que
por ir a la caza de un marido sólo consigue la desilusión de un matrimonio
infeliz, que ya estaba condenado antes de consumarse.
V.
De estilo directo, con frases largas
y pocos diálogos, asistimos a la confesión de una mujer dolida, frustrada y
desesperada, a quien la vida no le ha ofrecido resquicio alguno de felicidad.
El presente volumen se acompaña de un prólogo a cargo de Ítalo Calvino y una
nota explicativa del porqué de esta narración, a mano de la autora. Un libro
breve, que se lee de un sentón y sirve de aproximación al universo literario de
Ginzburg.